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Linao: el deporte guerrero de los pueblos originarios de Chilwe

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octubre 14, 2016
Antártica Humana
octubre 14, 2016
 
El linao cruzó épocas y resistió todo tipo de invasiones, hasta el punto de que se ha señalado que alguna vez se incorporó en las clases de educación física del Instituto Nacional y formó parte de la exhibición de deportes chilenos del año 1909 cuando se llevaron a cabo los primeros juegos olímpicos chilenos durante el mes de enero.

Fotografía por Juan Miguel Rojas (2006)*

por Juan Carlos Alano

Fundación Decide

 
 
Correr, lanzar, cazar, son elementos esenciales para defenderse, más en un contexto de expansión poblacional y conservación territorial ante una amenaza bélica extranjera.

Juan Carlos Alano

E n cualquier llano pedregoso del archipiélago, alguna pradera polvorienta custodiada entre las colinas altas también, o en tal o cual planicie que cortejan el mar interior de la isla grande, los huilliche gestaban sus hazañas de resistencia ante la corona española en base a un juego propio de la zona y muy popular entre la gente del sur, el linao.

Practicado en toda la costa de Arauco hasta el archipiélago de Chiloé, donde se sientan las bases de su origen, el linao era un juego parecido a lo que hoy se conoce como el rugby, donde la pelota se carga con una mano mientras se recorre el campo hasta la meta rival. Se jugaba entre dos equipos en un campo amplio, por lo general de entre 15 y 30 jugadores por lado, aunque algunas narraciones más grandilocuentes señalan más de 60 jugadores por equipos. Había un guardián o tecuto, una especie de arquero que defendía la portería; dos palos verticales separados por unos 2 metros regularmente que el rival debía atravesar para anotar. Se escogía como tecuto a los jugadores más grandes y fornidos de cada equipo. Los partidos se podían prolongar durante horas, y sólo había un ganador cuando se concertaba entre ambas partes el fin del juego. La pelota era de algas, cochayuyo o luche con una cobertura de lana o trapos. También hay relatos que señalan la esférica hecha de madera, que podía medir entre 15 y 30 centímetros. En cuanto a la cancha, se remitía a alguna pampa limpia de grandes extensiones.

Como en toda cultura, la práctica de juegos es una herramienta de cohesión social, ayuda a la comunicación y unión entre grupos, afianza valores comunitarios, promueve prácticas de apoyo y respeto; en suma, son instrumentos de socialización. No obstante, sin dejar de desconocer estas características, la gran diferencia con los deportes tradicionales modernos radicaba en que las actividades físicas del pueblo mapuche/huilliche estaban asociadas y concebidas, además, como preparación para la guerra. La actividad física por medio de los juegos fue fundamental para la resistencia de los pueblos originarios. Correr, lanzar, cazar, son elementos esenciales para defenderse, más en un contexto de expansión poblacional y conservación territorial ante una amenaza bélica extranjera. Desde los primeros intentos de invasiones incaicas, pasando por las de colonos europeos y hasta las últimas del Estado chileno, estos juegos se tornaban socialmente importantes puesto que tenían toda una lógica de preparación para enfrentamientos cuerpo a cuerpo, dotando de características físicas como motricidad y resistencia muscular, así como táctica y estrategia a la población.

El linao en particular, era el juego de mayor carga física de los mapuche/huilliche, además de poseer otra característica primordial que lo hace idóneo para la guerra. Tal como ésta última, en el linao no existe la falta. Como el fundamento era empinar las habilidades físicas sobre los demás, el que lleva la pelota tiene que tener la destreza y resistencia suficientes para eludir y soportar todo tipo de embestidas. En este sentido, las reglas del juego son bien aptas para la lucha uno a uno por la vida, sólo se limitaban a señalar cuando era anotación o si es que la pelota salía del campo de juego. Cuando se emprendía el ataque en el linao había que defender la pelota como fuera, quién la acarreaba empleaba la carrera en velocidad, y debía poseer una gran agilidad y estar dotado de una alta resistencia, fuerza y capacidad para empujar con la mano libre; además estar apto para soportar los aporreos, tironeos y tacles de los adversarios. Militares de la época hablaban sobre un juego de perfecta factura y organización para la guerra, producto de mentalidades muy reflexivas en torno a ella, pues el juego de alguna forma te preparaba incluso para un ataque a traición debido a la falta de reglas estrictas.

Las narraciones coloniales están llenas de esta particular asociación entre los juegos y las capacidades en enfrentamientos y dirección de los indígenas del sur. Sin ir más lejos, Caupolicán, al parecer, obtuvo su derecho a ser toqui luego de una competencia de levantamiento de un pesado tronco sobre sus hombros. Según algunos relatos de semblantes homéricos, el mítico cacique mapuche habría estado cerca de dos días con el pesado tronco sobre sus hombros para lograr el honor de dirigir las tropas araucanas. Con seguridad Caupolicán, como muchos otros caciques de su época y las posteriores, debió ser un gran jugador de linao, palín o píllmatun -o  quién sabe, tal vez de los tres- con una polifuncionalidad admirada por cualquier técnico de algún deporte moderno hoy en día.

En la época de las encomiendas, eran pocas las instancias en que podían compartir masivamente los habitantes del Wallmapu. Es por esto que no es descabellado pensar que en la época colonial, practicar un juego como el linao para los habitantes originarios del archipiélago de Chiloé, era el momento adecuado para preparar motines, rebeliones, asaltos, o levantamientos de algún tipo que estuvieran destinados a desestabilizar el régimen de los invasores.

Se dice que la reacción indígena del 10 de febrero de 1712: la principal rebelión huilliche en el archipiélago de Chiloé, se gestó luego de un encuentro de linao. Aprovechando las escasas instancias de descanso y socialización, los caciques y guerreros llamaron a un encuentro para el 26 de enero de ese mismo año en el poblado de Quilquico, en la península de Rilán, bajo el pretexto de un partido de linao. En tal evento, numerosos caciques de Quinchao y Castro acordaron realizar el alzamiento el 10 de febrero de ese mismo año que abarcara la totalidad del archipiélago y que logrará la adhesión de los caciques faltantes de la provincia. Así, mientras los encomenderos se divertían viendo a estos hombres perseguirse y golpearse los unos a los otros, no notaron la quimera en que los indígenas los envolvían, pues cada golpe, cada puñetazo, cada agarre o llave de cuerpo eran aprovechados por los cabezas de familia para gestar la rebelión. Cada finta, cada cruce cuerpo a cuerpo, cada mirada cómplice, pudieron haber sido en realidad avisos en clave, códigos de pelea, enseñanzas de ataques mortales.

El plan vislumbraba contar con la participación de la totalidad de los indígenas, ya sea encomenderos o libres, y en cooperación acabar con los invasores europeos, bajo medidas drásticas, incendiar la ciudad de Castro. Las consecuencias de esta ofensiva mortal para los indígenas, fueron décadas de tensiones entre el pueblo huilliche y los gobernadores del archipiélago. Tanto así, que a causa de una seguidilla de escaramuzas e insinuaciones de nuevas rebeliones, quizás también gestadas jugando el linao, fue uno de los primeros territorios del actual Chile en abolir la encomienda en 1782, nueve años antes de la ratificación de la corona en 1791.

Linao

Linao en Chiloé.

No sabremos a ciencia cierta los límites de la historia. Sin embargo, es muy posible que la práctica habitual de estos juegos en los huilliche, así como el palín y píllmatun más asentados en los mapuche, hayan dotado de grandiosas habilidades físicas a las comunidades locales. Si nacieron como una fuente de preparación para la guerra o no es discutible, lo que es innegable es que la utilidad que le dieron a estos juegos, al fin y al cabo era su sistema de defensa.

El linao cruzó épocas y resistió todo tipo de invasiones, hasta el punto de que se ha señalado que alguna vez se incorporó en las clases de educación física del Instituto Nacional y formó parte de la exhibición de deportes chilenos del año 1909 cuando se llevaron a cabo los primeros  juegos olímpicos chilenos durante el mes de enero. Según reseñas etnográficas entregas por el profesor Carlos López von Vriessen, hace algunos años había liceos rurales de diversas localidades chilotas que promovían su práctica en el recreo a los niños mayores de ocho años. En los años ‘80, formaba parte de los programas municipales de tradiciones folklóricas de la isla sin resultado exitoso al parecer.

En la actualidad el linao transita raudamente hacia el olvido. Sólo se práctica en escasas ocasiones en algunas zonas rurales del archipiélago de Chiloé, pero de manera muy distinta y mucho más normada. No obstante, engrosarán la memoria histórica jugadores como Hilario Caileo, llamado el toro del linao, el jugador más habilidoso jamás visto en algún campo de juego de linao. O un renombrado Lucho Huemul, o un tal coche Galindo. Para que decir el Fiura, legendario jugador de la década de los ’80, apodado así por su parecido físico a la mítica personaje isleña, y del cual se exaltaban sus cualidades de rudeza y bravura inigualables. Todos personajes dignos de mitos y leyendas propias del archipiélago, que dejaron su huella en este juego y que al igual que todos los habitantes originarios de Chilwe, ven rememoradas sus hazañas con total descaro y atrevimiento, en cuanto ritual de rebeldía autogestionada que florece, en cada proclamación de autonomía territorial que se pregona por la sempiterna gente del sur.


*Fotografía rescatada de https://www.flickr.com/photos/juano_/101723896/in/photostream/

Este artículo está referenciado por los textos de Carlos López Von Vriessen, señalados más abajo, y por las demás referencias señaladas.


Referencias:

López Von Vriessen, Carlos (2013): PILLMATUN Y LINAO. Dos Juegos de Pelota de Manos Originarios de la Cultura Mapuche. Ediciones Universitarias de Valparaíso. Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Valparaíso.

López Von Vriessen, Carlos (1992): TRES JUEGOS TRADICIONALES MAPUCHES (ARAUCANOS). El Inao o Linao o Juegos de Pelotas con las Manos de los Mapuches-Huilliches. Homenaje al Pueblo Mapuche en el Quinto Centenarios de las Américas. En Quinta Imagen. Revista de Educación y Cultura 2, N° 61, 12-13. Valparaíso.

Plath, Oreste (2003): JUEGOS, EJERCICIOS Y ARMAS ARAUCANOS. Ensayo. Biblioteca Virtual Universal. http://www.biblioteca.org.ar/libros/88276.pdf (última revisión: 16/09/2016)

Trivero Rivera, Alberto (2004): 1712: LA GRAN REBELIÓN DE LOS MAPUCHES DE CHILOÉ. Working Paper, Serie 24. http://www.mapuche.info/wps_pdf/Trivero040700.pdf (última revisión: 16/09/2016).

Urbina Burgos, Rodolfo (1990): LA REBELIÓN INDÍGENA DE 1712. Los Tributarios de Chiloé contra la Encomienda. Revista Tiempo y Espacio, N° 1. Departamento de Historia y Geografía. Facultad de Educación, Campus Chillán. Universidad del Bío Bío.

 

2 Comments

  1. Marcos dice:

    Maravilloso articulo. Lo cierto es que comentas varias cosas que no conocia.

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