Por Paloma González Cristi
Colectivo Almud: Conflictos territoriales del sur
Los lugares y los territorios que componen a las realidades regionales, se construyen de maneras diversas, las que se deben tener en consideración al momento de abordar y conocer
Paloma González Cristi
Por Paloma González Cristi.
A lo largo de su historia, las poblaciones indígenas de los territorios de Chile, han estado permanentemente vinculadas al movimiento, el cual se ha desarrollado de diversas formas de acuerdo a la heterogeneidad de realidades coexistentes. No obstante, en las últimas décadas, el movimiento de la población indígena se ha expresado a través de la intensificación de la migración hacia las ciudades, generando crecientes procesos de urbanización. Esto ha tenido como consecuencia que, en la actualidad, un 75,3% de estas resida en áreas urbanas. Dentro de esta población, las dos etnias que tienen mayor presencia en el país, son la mapuche y la aymara, las cuales se han instalado fundamentalmente, en ciudades con gran concentración de población y en otras cercanas a sus núcleos ancestrales de asentamiento, como es el caso de Arica en el norte de Chile.
La región de Arica y Parinacota, es la que concentra el segundo porcentaje más alto de población que se identifica como parte de un pueblo originario a nivel país (25,8%), siendo la etnia aymara la predominante de esta zona, alcanzando un cifra de identificación de un 82%.
Actualmente, la ciudad de Arica agrupa al 98,5% del total de habitantes de la región, por ende, la población aymara también es mayoritariamente urbana. Esta situación tuvo origen en el aumento sostenido de la migración de esta etnia hacia Arica desde, aproximadamente, la década del ‘50, a causa de factores de atracción como el auge del modelo industrial, el acceso a servicios educativos, las actividades vinculadas al comercio y explotación de los valles de Azapa y Lluta entre otros, pero también se desarrolló al alero de “presiones ideológicas basadas en una visión chilena del progreso, la identidad nacional y la civilización”. Estos elementos tuvieron un efecto directo en la pérdida de población de los pueblos del interior de la región.
Con todo, los procesos migratorios a la ciudad favorecieron la aparición de espacios translocales, esto es, espacios que a partir de la propia movilidad de los sujetos y comunidades, han ido propiciando la manifestación sostenida de vínculos, redes e intercambios entre los lugares de “origen” y “destino”, produciendo nuevas dinámicas socio-espaciales que trascienden los límites políticos-administrativos, poniendo en tensión las categorías estáticas de lo rural y lo urbano.
De este modo, la movilidad aymara no sólo ha implicado el desplazamiento desde un lugar a otro, sino que también, las experiencias del mismo; el transporte de prácticas, tradiciones, expresiones culturales, afectos y vivencias, que han ido diversificando el territorio y conectando a los sujetos con sus orígenes y con el legado simbólico de sus antepasados, permitiéndoles además, re-significar y transmitir su cultura a generaciones aymaras nacidas en la ciudad. Un ejemplo de ello, es el caso de aymaras que conservan los vínculos con sus localidades de nacimiento, por un lado, a través de la participación en las festividades locales y en las organizaciones de sus pueblos, manteniéndose como miembros en juntas vecinales, comunidades indígenas o agrupaciones productivas rurales y por otro, en espacios que se han ido creando en la ciudad y que hacen referencia a las localidades, tales como clubes de adultos mayores, centros deportivos o culturales, muchas veces bautizados como “Hijos de Pueblos”. Esta denominación refiere a organizaciones urbanas con el rotulo de algún pueblo (ej.Centro Cultural “Hijos de Putre” o agrupación de baile “Hijos de Belén”), las cuales agrupan, en general pero no de forma excluyente, a personas que han nacido o tienen familia en dicho pueblo, las que de alguna manera, hacen pueblo en la ciudad.
Todo ello ha forjado anclajes simultáneos, formas de resistencia, reivindicación y socialización cultural, étnica y territorial tanto en Arica como en el interior y a pesar que para algunos ya han pasado más de setenta años desde su establecimiento en la ciudad, los desplazamientos, las redes y conexiones con sus localidades de origen no se han desvanecido, lo que demuestra que los flujos del movimiento son más complejos que la mera partida de un lugar y la llegada a otro. Esto también se ilustra en las prácticas de movilidad rurales-urbanas que muchos aymaras han desarrollado a través de sus trayectorias vitales y que han construido de forma dinámica un gran territorio en movimiento, que se conforma de lugares que ellos/as mismos/as han hecho relacionales.
En esta línea, se plantea la existencia de una memoria del movimiento en la población aymara, la que referencia a tiempos antiguos y más próximos, siendo simultáneamente vivida, de forma individual y colectiva, en un pasado personal como en uno transmitido oralmente por otros y otras. La importancia de dicha memoria es que representa igualmente, la memoria del propio territorio, la que se expresa material e inmaterialmente y se complementa mediante las prácticas caracterizadas en las propias experiencias de los sujetos.
Así, los procesos de movilidad se han ido construyendo desde el movimiento físico a las representaciones e imaginarios que nacen a partir de éste, mostrándonos desde la historia colectiva de muchos aymaras que vinieron desde el interior a vivir a la zona litoral, que los lugares y los territorios que componen a las realidades regionales, se construyen desde maneras diversas, las que se deben tener en consideración al momento de abordarlas y conocerlas, sobre todo, en los casos como el de Arica y Parinacota, que conjuga a poblaciones y comunidades de diverso origen étnico, nacional y local. De integrar estos elementos, se contribuiría a generar respuestas menos uniformes y sistemas territoriales más justos, diversos e integrales, con políticas y acciones que asuman la coexistencia de diferentes experiencias, historias y modos de vida, los cuales nutren y enaltecen las relaciones interculturales de nuestros pueblos.
1-Socióloga, Mg. en Asentamientos Humanos y Medio Ambiente. Colectivo Almud: conflictos territoriales del sur.
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