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Corredores ecológicos y su diversa conceptualización

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Es importante que los corredores ecológicos no sean tomados en cuenta solo como pasajes u obras de conexión, sino que como una herramienta administrativa que tenga objetivos en el campo de lo multidisciplinario, desde el punto de vista natural, urbano, económico, político y humano, sin caer en reduccionismos.

Jorge Machuca
ONG Yanapanaku

 
 
Es importante que los corredores ecológicos no sean tomados en cuenta solo como pasajes u obras de conexión, sino que como una herramienta administrativa

Jorge Machuca

L os corredores ecológicos corresponden a una forma espacial de distribución de hábitats naturales, antropogénicamente establecidos en algunos casos, los cuales permiten una conexión directa de poblaciones de flora, fauna, con funciones ecosistémicas y también para protección contra eventos de desastres (incendios, sequias, enfermedades, disturbios por actividades humanas, etc.).

Esta disposición de hábitats conectados surge principalmente por la latente amenaza de la fragmentación de estos, debido principalmente a los cambios de uso del suelo en áreas silvestres donde preponderarían acciones de desarrollo humano más que de conservación de la naturaleza, primando el punto de vista productivo, extractivista y mercantilista de ocupación de los recursos.

Estos toman diversas formas siendo frecuente la de tipo lineal, pero depende en general de los usos que les rodeen, los que de cierta forma permean los limites de un corredor (llamado efecto de borde), moldeando la forma funcional que puedan alcanzar en un territorio dado. A su vez, los ecosistemas terrestres no son los únicos en los cuales se aplica tal sistema, también en ecosistemas acuáticos, conformando así un mosaico de ecología del paisaje, un concepto abstracto y a la vez tan efectivo que engloba una serie de procesos hacia una identificación simple a varias escalas espaciales.

Corredor ecológico como tal comprende una diversa conceptualización al oscilar entre elementos concretos y abstractos, como se especificará a continuación. Su desconocimiento practico es el principal obstáculo para definir las escalas espaciales y funcionales que la precisen, los tipos de ecosistemas que se correspondan en el territorio y a su vez, las dinámicas entorno a una política eficaz de ordenamiento territorial.

Por ello es que urge una legislación más acuciosa desde el punto de vista ecosistémico, ya que administrativamente existe un ordenamiento territorial bien establecido en donde es conocido el uso de suelo que se le puede dar a cada área geográfica, pero no así los procesos naturales asociados a dicha área. Esto último, incrementado por la fragmentación institucional, ya que existen heterogéneas políticas, estrategias y planes de distintos ministerios u otras unidades regionales y comunales.

Escalas espaciales y funcionales

Dichas escalas de paisaje son principalmente tres, la escala regional (>500m de anchura), la sub-regional (>300m de anchura) y la local ( En consecuencia, los tipos de escalas en la que fluctuaría la extensión de un corredor ecológico tipo también corresponden a escalas de planificación. Es decir, los derivados de una unidad de toma de decisiones desde la comunal hasta la supranacional, integrándose las jerarquías de forma más orgánica y sistémica en los niveles menores y a medida que se asciende, el comportamiento económico y político toma mas gravitación en un contexto pluricultural mucho más estructurado y complejo.

Por lo tanto, dependiendo de la escala regional y de planificación, corredor ecológico y fragmentación del hábitat son fenómenos más que partes que constituyen un escenario de ecología de paisaje. Ambos son complementarios, es decir, en un área dada en donde exista uno, inevitablemente se desarrollará el otro, es decir, es un proceso en suma concreto pero difícil de poder evidenciar para efectos prácticos ante las posibilidades de su extensión. Como ya se ha mencionado, reconocer la escala espacial y de planificación en que se desenvuelven ambos fenómenos es crucial para definir sus características fundamentales y su índole dentro de una unidad de paisaje establecido.

Corredores ecológicos y ordenamiento territorial

Ambos fenómenos son complejos de abarcar en estudios determinados tales como, por ejemplo, el ordenamiento territorial para fines de protección biológica o cuantificar algún tipo de efecto del cambio climático sobre cierta variable ambiental. Pensemos en la dinámica que ocurre en un territorio en un periodo de tiempo amplio, ocurren cambios de las políticas sociales, culturales, económicas y ambientales de una sociedad, lo cual se traduce a un cambio en cuanto a gestión y diseño de los usos óptimos de un territorio. Lo anterior es la definición más acertada de lo que es el ordenamiento territorial, desde una perspectiva de permanente actividad ecológica, ya sea de tipo humano o natural.

Ecología humana y geografía humana es lo que trata de asociar el ordenamiento territorial, por ende, la diversa conceptualización de lo que significa un corredor ecológico cobra una relevancia tal que actuaria como zonas de integración de medios (ya sean físicos o bióticos), bajo un escenario de ecología del paisaje solo como medio perceptual e incluyente de elementos (como también de las degradaciones y amenazas posibles de aparecer), por lo que ya no se integrarían solo funciones naturales entre si dejando de lado los marcos humanos de manejos de dichos recursos, por ejemplo.

Aun así, lo anterior más que algo preciso es una teoría que en Chile es difícil aun de poder asimilar siquiera. La realidad nacional ha sido renuente a una legislación ambiental que considere criterios de conservación más diversos o que aseguren una política de ordenamiento territorial en base a teorías ecológicas de planteamiento pluridisciplinares. La ecología de paisaje terrestre en ciertas zonas de Chile en cuanto a objetivos de conservación de los recursos naturales si ha tendido a demostrar un insospechado comportamiento de corredor biológico: son las áreas protegidas continuas a lo largo de una gradiente latitudinal o altitudinal, como en las ecorregiones valdivianas y australes, por dar un ejemplo.

Si Chile quiere aplicar políticas de ordenamiento territorial más sólidas, es fundamental que impere la visión de que los principales recursos de un territorio son la población, su educación, organización y actitudes, y su economía e infraestructuras. Para ello, la conciliación de este conjunto de recursos debiese evitar los reduccionismos economicistas, urbanistas y ruralistas, además de los de tipo naturalista y tecnocráticos. Los objetivos por el cual un corredor ecológico se sitúa, abogan por una función conciliadora que no permite que dichos reduccionismos tengan efecto en el medio (y medios) en el cual se ha insertado.

Lo anterior es difícil de que se pueda ajustar a marcos conceptuales reales ya que los reduccionismos economicistas y naturalistas han sobrellevado últimamente los objetivos de lo que concierne a un corredor ecológico. Además, la consideración teórica y práctica de los corredores está bastante extendida lo cual aún mantiene un largo debate entre la comunidad científica acerca de su efectividad (Beier y Noss 1998), y al mismo tiempo, de su incorporación en el desarrollo de estrategias de conservación.

Tipos de ecosistemas

Volviendo la mirada a lo puramente biológico, las evaluaciones de la efectividad para este tipo de objetivos han sido igualitarias tanto para ventajas como desventajas. Ha sido discutido el hecho de que estas zonas igualmente aseguran el movimiento de especies invasoras, inclusive se aumenta la probabilidad de transmisión de enfermedades hacia el interior de los fragmentos que conectan. Como aspectos positivos, se ha comprobado que son focos eficientes de incremento de la biodiversidad, además del flujo de polen, presencia de polinizadores, dispersión de semillas y la coexistencia de animales y humanos ocupando virtualmente las mismas áreas de tipo de suelo, de los cuales, su complementariedad exclusiva no podría ser posible si no existiese un corredor ecológico que facilite pasajes o vínculos directos.

A grandes rasgos, comprender los corredores biológicos en una integración dada por un sistema de ordenación territorial es reconocer los distintos ecosistemas existentes en éste y que puedan prevalecer en el paisaje como medio físico y perceptual. Estos tipos de ecosistemas son los protectores (naturales maduros), productivos (silvoagrosistemas), difusos (superposición y mezcla de usos) e industriales-urbanos (Gómez-Orea, 1998). Son funcionalmente contrastantes (desde una perspectiva temática), en el que no existen líneas fronteras que los separen nítidamente, sino que se disponen en compartimentos que en muchas ocasiones se traslapan de modo difuso en el territorio.

El grado funcional de los ecosistemas es solo una cara del prisma, el grado estructural es el que da la noción real de qué tipo de subsistema es como tal (la unidad sistema es el territorio en sí), y saber así de qué forma ocurre el grado de penetración entre ecosistemas. En resumen, son los ecosistemas terrestres y los acuáticos en los que no acontece una superposición, sino que se complementan de manera natural en el territorio.

Los autores de habla inglesa definen los “landscapes” y los “riverscapes” (Hauer y Lamberti, 2011), como elementos de la ecología del paisaje que no se tornan difusos, sino que complementarios ya que son ecosistemas estructuralmente distintos, pero que funcionalmente pueden ser iguales, no en general pero si en parte de sus componentes. Ambos términos poseen una traducción en habla hispana; el primero alude al ya conocido termino paisaje o ecología del paisaje, que son los atributos colectivos de la geografía local, mientras que el segundo término no es muy claro o mejor dicho no utilizado, y nace por una visión expansiva de lo que conforma a los ecosistemas acuáticos en una unidad territorial llamada cuenca hidrográfica, que incluye los atributos naturales y culturales, y las interacciones entre ambas.

Distinción de ambientes terrestres y acuáticos

Si se ve de una forma independiente, una red hídrica en una cuenca hidrográfica también puede ser vista como un corredor ecológico per se, su forma lineal, la permeabilidad en los bordes, el flujo y continuidad de hábitats que permite su extensión, etc., recrean una capacidad de carga en donde se desarrollan medios físicos y bióticos propios, de comportamiento muy distinto al de los ecosistemas terrestres, a base también de ser afectados por distintos tipos de degradaciones y amenazas, como la sequía, que produce una interrupción en el flujo como corredor, permitiendo la creación de bancos aislados que obstaculizan el paso de poblaciones, como en el caso de un río estacional que comienza a descender su nivel de agua al llegar el periodo de sequía.

Es cierto que la diversidad de aplicaciones, alcances y formulaciones del concepto de corredor biológico es alta, es por esto que muchos autores lo consideran directamente un modelo, es decir, una adaptación de la realidad como prototipo, en el que sus características totales no son concretizadas completamente debido a la complejidad de su uso a escala funcional más que espacial. En cuanto a esta última, cabe señalar que existe una teoría en las ciencias de la ecología en la que se basa su denominación en gran parte: la Biogeografía de islas (MacArthur y Wilson, 1967). Ya sea por un desastre natural o suceso de destrucción de un territorio natural, los hábitats que no están conectados mediante un corredor, poseen una alta probabilidad de morir, quedando como remanentes, los cuales son una porción de hábitat natural en donde la migración desciende y la extinción asciende.

En definitiva, los corredores son importantes conectores ecológicos entre dos o más fragmentos de hábitat, de unidades culturales, de flujo genético de especies, de ecosistemas de distinta índole, de áreas de conservación de la naturaleza, entre otros. Como proyección, es importante que no sean tomados en cuenta solo como pasajes u obras de conexión, sino que como una herramienta administrativa que tenga objetivos en el campo de lo multidisciplinario, desde el punto de vista natural, urbano, económico, político y humano, sin caer en reduccionismos. En efecto, un primer paso ante este escenario es poseer un mecanismo de aplicación en que sea válido este tipo de formulaciones en evaluaciones de impacto ambiental, como medida de mitigación y/o compensación y primeramente a una escala local y a un nivel de planificación menos extensivo, abarcando gradualmente un aspecto más gravitante en la toma de decisiones de un país o conjunto de estos.

En consecuencia, como elemento conciliador, un corredor ecológico funciona como herramienta administrativa flexible siempre y cuando permita la generación de una ordenación del territorio como elemento principal de la legislación que la reconozca e implemente. Lo existente actualmente es un avance, pero la fragmentación y desconocimiento institucionales y temáticos no hacen posible un dinamismo efectivo de aplicación de corredores ecológicos, en un escenario de escasez y degradación de los recursos naturales en Chile.

 

Bibliografía utilizada

Beier, P. y Noss R.F. 1998. Do habitat corridors provide connectivity? Conservation Biology 6:1241-1252.
Fleury, A. y Brown, R. 1997. A Framework for the Design of Wildlife Conservation Corridors with Specific Application to Southwestern Ontario. Landscape and Urban Planning, 37 (8):163-186.
Gómez Orea, D. 2008. Ordenación territorial (No. 307.12 G633o). Madrid, ES: Mundi-Prensa, 2008.
Hauer, F., & Lamberti, G. (Eds.). 2011. Methods in stream ecology. Academic Press.
MacArthur, R. y Wilson, E. 1967. La teoría de la biogeografía de la isla. Princeton, New Jersey: Presión de la universidad de Princeton.

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