Fotografía por Marisol del Castillo y Marcelo Reyes.
C ada mañana –a las 7:30 am- parte desde Talca el buscarril que arribará 3 horas y 24 minutos más tarde en Constitución. Hace 124 años salió de esta estación el primer ferrocarril buscando el Pacífico. El primero no llegaría hasta 1915.
Disminuido el agua, perdidos los guanayes y secados los cerros; el riel junta hoy lo que ayer unía un río. El Maule navegable parece un mito –quizás fantasía- que desaparece, muerto a muerto, de la memoria de sus pueblos.
Valle de toponimias cambiantes: ya no llaman puerto, lo que ahora es estación. De Infiernillo a González Bastías, en honor al poeta que lo cantó, de él robaremos la voz.
Una miseria nueva, prendió en las hondonadas y en los cerros, arrasó los sembrados, y los rebaños y los huertos. El pobre se hizo miserable, el miserable, bandolero! Incesante mancha, las plantaciones forestales van extendiendo su miseria nueva. Secan las tierras vecinas –alguna vez campesinas- obligando a vender o plantar pino.
Una labor lo tiene un día y luego, a andar por los caminos, y otra faena y otra errancia, y otra vez por la sierra o el río. La mantención del riel, la cosecha ajena o el desierto forestal dan no suficiente empleo, mujeres y hombres siguen migrando a la ciudad: Te fuiste, amor, por los caminos largos, para no volver más. Sobre los campos arrojó, sus miasmas envenenados la ciudad.
Miremos sus paredes carcomidas, su corredor de postes vacilantes. Por las puertas, abiertas como heridas, escapan largos silbos ululantes. Los más de 100 años del ramal dejan a su lado esqueletos de un siglo XX destruido: el fin del glorioso pasado ferroviario chileno marca la muerte de la modernidad y sus sueños inconclusos.
A pesar de la impresionante disminución de su caudal en el último siglo y medio, el Maule y sus afluentes siguen dibujando en sus contornos la vida de ciudades y pueblos. Arrastrando nuestras miserias, otorgando vida y riqueza. De oro el paisaje se reviste y con la voz de Dios se inflama.
Ah, tierra mía, tierra hermosa! Rara virtud en ti se fragua: en tu sierra más escabrosa brilla hecha lágrimas, el agua.
Tierra que fue de encantamiento, en la leyenda popular, tu queja errante va en el viento, por la montaña y por el mar. Todavía guarda, como un palimpsesto de tierras habitadas, rumores de distintos siglos. Pero la expansión del desierto maderero amenaza el corazón de lo que aún llamamos chilenidad.
Al Maule, el río amado. A las sombras humanas que vagan añorando por sus tierras ahora infecundas.