Entrevista por Pascal Volker Anguita
En Chile estructuralmente tenemos problemas específicos con dos productos: la harina -y por tanto el precio del pan- y la poca producción de canola o aceite de maravilla, por lo que no tenemos industria del aceite en el mercado interno.
Ministro Esteban Valenzuela
a preocupación del momento en el sector es la crisis alimentaria y las disrupciones del comercio internacional de fertilizantes, trigo y aceite, entre otros insumos agrícolas. Entre las causas se mencionan los coletazos de la pandemia, la guerra en Ucrania y la estructura del comercio internacional de alimentos, ¿cómo ves a Chile para enfrentar los próximos meses y años de esta situación?
A esas causas hay que agregar la crisis hídrica que está afectando a varios países del mundo. La India con el trigo, Argentina en parte, California que era un productor de trigo está también muy jodido con la crisis hídrica. El cambio climático es un factor en esta crisis. También la logística portuaria donde hay una híper concentración de alianzas navieras y hay un problema de aprovechamiento.
Sobre Chile en el contexto global, enfrentamos la crisis mejor que otros países de América Latina por tres factores. Primero porque es muy fuerte nuestra agricultura familiar campesina, incluyendo las economías rurales de los pueblos-nación originarias, particularmente la Mapuche. Entonces en Chile no ha faltado -y lo demostramos a través de los MAT, Mejores Alimentos de Temporada- producción de hortalizas, no ha faltado verdura, ni leche, ni frutas para el mercado interno. Incluso se han mantenido con precios razonables.
Segundo, la producción de cultivos tradicionales como la papa, el maíz y el trigo son relevantes. En el caso de la papa somos soberanos, tenemos producción en todo el centro sur: Cañete, la costa de la Araucanía y el Wallmapu, Puerto Saavedra, Carague, Valdivia, Los Muermos y para qué decir la papa chilota. Hay autosuficiencia. Con el maíz producimos casi un 40% y con el trigo, 45% de lo que necesitamos. O sea no somos soberanos allí. Pero para ser justos, ha habido una apuesta histórica por harto intercambio, a través de tratados comerciales que ayudan a la seguridad alimentaria. En ese sentido, son complementarios. Chile es un país pequeño, pero es uno de los tres principales exportadores de fruta del hemisferio sur al hemisferio norte. Y como reciprocidad recibimos el trigo de Estados Unidos, Canadá y Argentina.
Y tercero, es que Chile a pesar de tener un Estado mediano-pequeño -solo entre 21 y 22% del PIB- destina recursos relevantes. Lo hemos conversado con el Presidente Boric para activar al sector agrícola en su diversidad: el programa Siembra por Chile; con el Banco Estado hemos creado créditos contra-cíclicos; el INDAP ha condonado la deuda de morosos de casi diez mil usuarios -otros 45.000 se mantienen al día-; y con los municipios hemos creado fondos convergentes para ayudar a paliar la crisis hídrica.
Pero aun así hay problemas estructurales…
En Chile estructuralmente tenemos problemas específicos con dos productos: la harina -y por tanto el precio del pan- y la poca producción de canola o aceite de maravilla, por lo que no tenemos industria del aceite en el mercado interno.
Y eso se produce porque somos parte de una aldea o mercado global y hay distorsiones. Ahí está el fenómeno de la demanda de alimentos por el cierre de China y la guerra en Ucrania. De hecho, esperamos que lleguen a este acuerdo mínimo para exportar la maravilla, cereales y trigo, porque sino nuestra importación de trigo de Canadá y Estados Unidos estará afectada. Esto lo conversamos con el Secretario de Estado norteamericano, Estados Unidos tiene que asegurar la alimentación mínima a países africanos como parte de sus políticas de cooperación y comercio.
Respecto del aceite es más complejo porque los commodities se convierten en commodities mundiales. Entonces como Ucrania y Rusia producían el 75% de la maravilla del mundo y ahora ese mercado está bloqueado, los productores más cercanos (Paraguay, Brasil y Argentina) han subido los precios de aceite porque están con demanda de Europa y otras partes. Estamos interrelacionados, pero hay un nivel de intercambio fuerte.
Ahora, hemos perdido soberanía y diversidad. El Censo Agrícola muestra que creció en 20% las hectáreas de exportación de fruta y creció también la industria de carnes blancas (que dependen del maíz y de la soya). Pero bajaron los cultivos tradicionales, particularmente la legumbre. Ahora como decía, no es menor producir 45% de trigo y 40% de maíz.
¿Y hay dependencia de otros insumos agrícolas?
Somos híper dependientes de los fertilizantes. Otra cosa que ha mostrado esta crisis es que Brasil, Argentina y México perdieron su industria de fertilizante. México -que era el último- la perdió porque se requiere mucha energía para combinar el nitrógeno, potasio y fosfato. Y dada la demanda de energía para exportación y para el consumo interno, faltó una línea estratégica. Ha perdido América Latina soberanía, completamente dependiente del dragón de China y del Este de Europa. Entonces hay una pregunta crítica que tenemos que trabajar a nivel latinoamericano seriamente.
Con la Universidad de Concepción y CODELCO estamos en diálogo para producir fertilizante utilizando los gases de las fundiciones de cobre, pero es un proyecto que recién estamos comenzando, que podría tener resultados en dos o tres años.
En el largo plazo, ¿deberíamos re-enfocar la producción nacional? Estoy pensando en los insumos y en el grano, principalmente.
Para el trigo, el maíz y para que decir la legumbre, tenemos que fortalecer la producción. En ese sentido, nuestro Ministerio está generando tres grandes programas (para el que esperamos tener el apoyo del Ministerio de Hacienda): Uno es Siembra por Chile de soberanía y seguridad alimentaria, para entregar mucho más apoyo a la producción de cultivos tradicionales, con una línea específica para legumbres. Otro es un programa de agricultura sustentable y agroecología, para fortalecer los eco-fertilizantes y reducir la dependencia de los fertilizantes sintéticos. Y tercero, recuperar con el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) la reproducción de semillas que se perdió durante los gobiernos de derecha.
Y en esa dicotomía entre agricultura industrial y agroecología, ¿dónde se posiciona?
Tenemos que ir a una transición de una agricultura verde, con una agroecología activa. No como adjetivo, sino como sustantivo. En estimaciones que hacemos con ODEPA, la matriz de fertilización agroecológica la estimamos en un 10%. Hay casos notables como Santa Juana con un compostaje masivo. Ahí la compañera Albornoz, alcaldesa de Santa Juana, con el municipio sostienen la agricultura familiar campesina que es muy importante para ese millón de habitantes del Gran Concepción. Entonces están animando a muchos municipios en lo que es compostaje para subir de un 10 a un 30% de la matriz de aquí al 2030. Esto implica un cambio cultural de buenas prácticas, porque además se está pagando por mejores alimentos.
Para la agricultura se necesita tierra y Chile tiene desafíos partiendo por la geografía: el desierto en el norte y nuestra topografía montañosa. Además estamos perdiendo tierra agrícola por la expansión urbana, los famosos loteos o parcelaciones, o el uso de tierra con buena aptitud agrícola para producción forestal, por ejemplo.
El Ministro Montes está encabezando parte de estos problemas a través de la Comisión Nacional de Ciudad y Territorio y uno de los temas que estamos viendo es una ley que termine con la chacota o el desquicio de esta explosión de loteos brujos. Esto fue un monstruito de la dictadura el año 81, donde sacaron el decreto en que si una parcelación cumple con tener 5000 m2 se tiene que aprobar, aunque sigue siendo un “predio rústico”. Pero no hay ninguna ley, ni criterio de obligatoriedad de mantener ⅔ de ese predio con producción agrícola. Nunca se cambió en democracia, por lo tanto hay una omisión lesiva en democracia y tenemos que corregirla ahora.
Pero ojo que hay que tener oferta de vivienda rural. Hay que llegar a un acuerdo. Y también en el caso de parceleros de la reforma agraria, permitir que puedan lotear con sus familiares en ciertos lugares, porque si no estás jodiendo una familia campesina que existe en ciertas localidades. Y además hacer un plan para obligar a la parcela que ya están, a que cumplan con ser predios que tienen vocación agrícola. Esa es la postura nuestra.
El otro tema tiene que ver con los Planes Regionales de Ordenamiento Territorial (PROT) para que las regiones puedan poner ciertas condiciones para contener el monocultivo, cuando van ocupando tierras de gran calidad. Ahora vamos a ser justos con el dato. Las tierras clasifican su aptitud agrícola de Clase 1 a 8. Las mejores tierras (Clase 1, 2 y 3) se han perdido por la expansión de las ciudades.
Por otra parte, hay un rezago en la relación del Estado con el desarrollo rural, ¿cómo se encara este desafío?
El gran desafío es la Ley de Rentas Territoriales, para tener recursos para el Desarrollo Rural y el Fondo de Convergencia, con más apoyo y más subsidios a la agricultura familiar campesina. Esa es la madre de las batallas. Los tres guarismos de Chile son: solo 21,5% de carga fiscal, el promedio de la OCDE es 36%, o sea, tenemos un Estado muy chico. Segundo, gasto sub-nacional autónomo 14%, cuando en la OCDE es 30%. Tercero, el gran gasto de la Unión Europea es el Fondo de Convergencia Territorial, en que el 80% se va a la política agrícola: turismo rural de verdad, calidad de la educación, internet y conectividad. Chile en eso está absolutamente al debe. Y eso hay que enfrentarlo.
Por ejemplo, Itata -la provincia más pobre del país- no tiene un pinche centro de formación técnica con una industria forestal gigantesca que se expande por el mundo en lo que Harvey llamaría crecimiento por desposesión. Entonces esto es muy de fondo. Y por eso el Presidente Boric ha dicho en su cuenta, junto con esta reforma tributaria para cumplir el programa, los pilares son más salud, previsión, el Sistema Nacional de Cuidados y lo Territorial. Tenemos que tener más recursos para las regiones y el proceso de descentralización.
Para ir terminando, sin tierra no hay agricultura. Sin agua tampoco.
Con el agua estamos haciendo todo lo que hay que hacer. Uno, la Autoridad Nacional de Agua. Ojalá se apruebe la nueva Constitución. Allí hay permisos administrativos, eso tiene que ir una ley. Ahora, es muy importante que esos permisos administrativos den certeza de agua a los productores de alimentos. En eso no hay que perderse. Lo importante es que también va con los Consejos de Cuenca y ahí tiene que haber una gobernabilidad que termine con la situación actual.
Hoy día en la DGA, del Ministerio de Obras Públicas, hay un funcionario que otorga derechos de agua, un monstruo institucional que da como resultado una gobernanza del agua concentrada en los privados que están en las Juntas de Vigilancia. Por supuesto que hay algunas Juntas de Vigilancia bastante plurales y bien administradas que aseguran agua a todos los actores. Y otras que están muy concentradas, como lo que hemos visto en Aconcagua y para qué decir Petorca. Entonces aquí necesitamos gobernanza multi-actor. Tampoco pueden descartarse las desaladoras multipropósito en el centro norte, porque es dramática la situación hídrica. O sea alianza de la minería, agricultura y las empresas sanitarias.
Además, tenemos que aprobar y asegurar una ley de riego que tiene que tecnificar por zona a todos los actores. No puede ser como ahora, en que un 90% de los subsidios van a productores medianos y grandes. O a grandes que se hacen pasar por pequeños o medianos con multirut.
A modo de resumen, yo creo que hay un triángulo de tres grandes acuerdos que tiene que lograr el sector: primero, la reforma tributaria con enfoque territorial y desarrollo rural. Segundo, la nueva Ley de Riego que asegure tecnificación y uso responsable del recurso de toda la agricultura, para disminuir de 80% a 70% el uso global de agua con el fin de recuperar las cuencas. Y tercero, el gran acuerdo de la ley de suelo. Tanto planificación responsable del suelo, como recuperación de suelo.
Última pregunta, ¿está contento con el borrador de Nueva Constitución?
Estoy contento. Toda la vida he luchado por un Estado descentralizado, entonces es extraordinario un Estado que reconozca su plurinacionalidad sin miedo. Eso lo han hecho todos los países desarrollados. Hay que ir al Estado Regional, hay que ir al Estado Social de Derecho y hay que ir a una Constitución verde que interpele a la agricultura.